La fábula es, probablemente, la forma literaria de animal-antropomorfia más antigua que existe, presente en escritos, pero también de enorme tradición oral. Aparece además en todas las culturas y sociedades, antiguas y modernas, con un atractivo y utilidad universales que nunca pasan de moda.

La fábula es una composición narrativa, que puede ser en prosa o en verso, cuya característica principal es que presenta personajes animales (o, menos frecuentemente, objetos,) con atributos humanos: con la capacidad de hablar, o razonar, u otras. Historias de animales antropomorfos.
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Las primeras formas escritas de fábulas de las que tenemos constancia se remontan a la prehistoria de la humanidad, a las culturas mesopotámicas del siglo XXIII al VI a.C. (en Oriente Próximo), escritas en el antiguo y extinto idioma acadio de asirios y babilonios. Poseemos fragmentos de éstas gracias a que usaban escritura cuneiforme: en tablas de arcilla húmeda dejaban marcas hechas con tallos vegetales en forma de cuña, de ahí el nombre de cuneiforme. La fábula de la serpiente y el águila, incluida en la Leyenda de Etana, data de al menos el siglo XVII a.C. Puede verse pues, que mucho antes del fandom furry tal como lo conocemos hoy en día, y mucho antes que cualquier generación próxima a la nuestra, ya existía claro interés por las historias y aventuras de animalillos humanizados.

El secreto de que la fábula haya cautivado, durante siglos, a adultos y niños, es su cualidad alegórica. Una alegoría es una descripción literalmente falsa. Un relato inventado, ficticio, pero que representa metafóricamente una situación real o cercana, en la que uno puede verse reconocido. Así, la fábula crea un paralelismo entre nuestra vida real diaria, y ese mundo fantástico de animales, pudiendo maravillarnos o aprender de ellos, identificarnos con su situación, o con sus decisiones.

Apolonio de Tiana, filósofo griego del siglo I, hablando con sus compañeros sobre el fabulista Esopo, dijo:

“Los mitos de las fábulas, creo yo, conducen más a la sabiduría que otros mitos. Aquellos que tanto aman la poesía, que hablan de héroes, pasiones extravagantes, conflictos y crímenes […] destruyen el alma de los que escuchan; la pretensión de una realidad fingida lleva a los ambiciosos y envidiosos a imitar esas historias. Esopo, por otro lado, tuvo la sensatez, como aquellos que comen satisfechos platos de máxima sencillez, de usar incidentes humildes para mostrar grandes verdades. […] Los poetas épicos añaden violencia a sus historias falsas para hacerlas más probables. Por otro lado, Esopo, relatando públicamente una historia que todos sabían que no era verdadera, decía la verdad. El propósito de la ficción en sus relatos no era otro que el de hacerlos útiles; con ello ofrecía una enseñanza al público.” (Vida de Apolonio de Tiana, de Filóstrato de Atenas, siglo II o III)

Ésta es, entre otras, una razón por la que muchos escritores y dibujantes de cómic, totalmente ajenos a corrientes de algún modo simpatizantes con el fandom furry, han usado la antropomorfia animal de forma alegórica, como herramienta para contar una historia que de otro modo no hubiera sido tan bella, o entretenida, o impactante o didáctica. La obra moderna más conocida y evidente que sigue esta tendencia es Rebelión en la Granja, de George Orwell (1945), una alegoría política en forma de fábula.

La fábula posee así un atractivo más allá de la estética literaria; también en la didáctica, en la moral y en la retórica. Y es inevitable seguir este hilo argumentativo, sin hablar más en profundidad del griego Esopo, padre fundador y promotor de la fábula en nuestra cultura occidental.


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Esopo fue un antiguo griego del siglo VI a.C. capturado y hecho esclavo. A pesar de su estatus adquirido de siervo, de mercancía, llevó vida de escribano y fue asistente personal de sus dueños. Tenía fama de ser ingenioso y contar historias de animales en el curso de debates y negociaciones, para con ellas marcarse tantos de una inteligencia devastadora que dejaba atónitos e impresionados a sus contemporáneos. Consiguió la libertad, y más tarde pasó a formar parte de la Asamblea de la isla de Samos, donde ejercía de orador público y abogado, usando para ello sus propias fábulas. Llegó a ser tal su fama, que todo aquél que quisiera causar buena impresión como bromista ingenioso en banquetes o simposios de la Atenas del siglo V a.C., debía tener bien estudiada la obra de Esopo, o memorizar esas historias que hubiese tenido la suerte de escuchar. Hablan de él con respeto y admiración el comediógrafo Aristófanes, los filósofos Platón y Sócrates, y Aristóteles y su escuela. Algunas de sus fábulas más conocidas son La Zorra y las Uvas (Perry Index 15), La Tortuga y la Liebre (226), o El Cuervo y la Zorra (124). Algunas fuentes citan que sus obras fueron usadas a modo de libro de texto en la antigua Grecia.

Se vinculó tanto el nombre de Esopo a fábulas ingeniosas de animales, que cientos de fábulas que se sabe o se sospecha que no son suyas, se le atribuían. La fábula llegó a asociarse invariablemente con Esopo, y se convirtió en un personaje mitológico más grande de lo que fue en vida. Decir que tal historieta era de Esopo significaba recibir la inmediata atención de los allí presentes, y en algunas fábulas aparece como personaje en la historieta. Existe también una biografía inventada de Esopo llamada La Vida de Esopo, una historia anónima dramatizada, popular entre antiguos griegos, como lo fueron otros poemas épicos de la época.

Hoy en día, ir a la sección de literatura infantil de cualquier librería contemporánea, es encontrarse con la influencia de Esopo en todas partes. La mayoría de sus fábulas tal como nos han llegado terminan con una moraleja, una lección o enseñanza que se deduce del relato. Sin embargo, fueron añadidas con posterioridad por sus editores y coleccionistas, y por ello tradicionalmente van separadas del relato, o en cursiva. Algunas moralejas son absurdas o estúpidas, otras cultas y valiosas. Pero probablemente debemos a éstas, las moralejas, el que hayamos mantenido las fábulas esópicas en nuestra cultura popular.

Mucho antes de ser historietas para niños, las fábulas tuvieron un uso retórico y argumentativo. Los oradores hojeaban las fábulas en busca de anécdotas con las que defender sus posturas. Por ejemplo, la fábula esópica La paloma sedienta (Perry Index 201), acaba con la frase:

“También algunos hombres, por culpa de sus fuertes deseos, se meten en asuntos que ignoran y se lanzan a su propia ruina.”

Podría usarse esta moraleja para disuadir a los que, sin tener capacidad ni competencia, propugnan su protagonismo en cuestiones de interés público. Como en este ejemplo, las fábulas fueron para muchos una herramienta oratoria de utilidad.
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En verdad muchas fábulas de Esopo acordes a su época son crueles, mordaces, con traición y engaño, burla y desprecio, y muestran muerte y padecimiento sin compasión. Es el caso, entre otras, de La Cigarra y la Hormiga (Perry Index 373). En la versión antigua la hormiga se mofa de la cigarra hambrienta, sin ninguna lástima ni reparo. Las fábulas no se convirtieron en literatura primordialmente infantil hasta el siglo XIX. Los cuentos esópicos dirigidos a niños están cuidadosamente seleccionados, alongados y suavizados, de manera que esa misma fábula no suele terminar con un cadáver de cigarra, sino con una hormiga en última instancia piadosa.



El uso de alegorías en la literatura tuvo su momento álgido en la Edad Media, tiempo durante el cual los monjes cristianos hacían interpretaciones de textos a varios niveles: literal, moral y espiritual. Una famosa reescritura de las fábulas de Esopo del siglo XII son los Ysopets de Marie de France, un retelling o reedición que refleja la realidad feudal de la época, a la vez que juicios críticos de la autora. La fábula medieval dio lugar a las Obras Épicas de Animales, narrativa versada con las aventuras y desventuras de animales antropomorfos, más pícara, que satiriza las debilidades y los disparates de la sociedad. Las más famosas son las del ciclo de Renart el Zorro.

Principalmente de los siglos XII y XIII, el ciclo de Renart el Zorro (Reynard, Reinhard, u otros equivalentes), son un conjunto de obras europeas, de distinta procedencia y lenguas (alemán, inglés, holandés, francés…), que tienen por protagonista a este zorro antropomorfo. Renart es un antihéroe astuto y embustero, que sin embargo se gana la simpatía del público. Simboliza el triunfo de la destreza frente a la fuerza bruta. Su enemigo más habitual es su tío Isengrim, el tosco lobo clérigo. Donde más famosas y prolíferas fueron estas historias antropomorfas fue en Francia, donde por ello a día de hoy la palabra “zorro” en francés es “renard”. Cabe destacar que eran un vehículo para la crítica social y el entretenimiento, no especialmente dirigido a niños, sino para la sociedad en general, sobre todo de origen burgués. El filósofo religioso mallorquín Ramon Llull incluye a Renart en varias historias animal-antropomorfas, también alegóricas, en su libro Llibre de les Bèsties (Libro de las Bestias) (1289). Renart fue pues, la superstar furry del medievo. No es casualidad que la película Robin Hood de Walt Disney (1973), con un protagonista zorro y un villano lobo, tenga un parecido con las aventuras de Renart el Zorro: fue esta obra medieval la inspiración inicial del arte y la historia de dicha película.



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En el siglo XVII, el francés Jean de La Fontaine arrancó el antiguo protagonismo de Esopo publicando multitud de fábulas propias y de otros, doce libros en total, y de creciente calidad, durante más de 25 años. Consideradas de las mejoras obras de la literatura francesa (previa a Victor Hugo), insufló interés por las fábulas también en el resto de Europa, donde compilaciones de fábulas incluyeron versiones de La Fontaine, desde entonces y a día de hoy. En España siguieron su ejemplo, en el siglo XVIII, los fabulistas Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte. En décadas posteriores, también usarían la estructura literaria de la fábula, y la antropomorfia animal en sus obras, los famosos escritores Lewis Carroll, Kenneth Grahame, Rudyard Kipling, Hilaire Belloc, Joel Chandler Harris, y Beatrix Potter, entre otros.

A lo largo de todas estas obras, la personalidad estereotípica de cada animal antropomorfo no siempre ha sido la misma. A veces es incluso incongruente con los hábitos documentados que conocemos hoy en día de cada especie. Sin embargo, esto no hace más que reforzar el carácter antropomorfo de las obras, pues siempre han servido más para ser un reflejo de nuestra humanidad, de nuestras costumbres, nuestras pasiones, interacciones y contradicciones. Como dice Uncle Kage, vemos en los animales un reflejo de nosotros mismos. El furry no es sólo estética y entretenimiento, es una forma de facilitar la introspección, de mejorar como personas, y de disfrutar aprendiendo.

 


 

Referencias bibliográficas

  • Encyclopædia Britannica (2013)
  • The Literary History of a Mesopotamian Fable, de Ronald J. Williams; Phoenix Vol. 10, No. 2 (Summer, 1956)
  • The Complete Fables (Aesop), introducción de Robert Temple, traducción de Olivia Temple; Penguin Classics (1998)
  • Aesopica: A Series of Texts Relating to Aesop or Ascribed to Him, de B. E. Perry (1952)
  • Aesopica: Aesop’s Fables in English, Latin & Greek, de Laura Gibbs (2002) (enlace⇒)
  • Disney’s Robin Hood: A Bit More Medieval Than You Might Think, de Andrew E. Larsen (2014) (enlace⇒)
  • “Reynard the Fox” in Animation, de Fred Patten (2013) (enlace⇒)

 

Imágenes

  1. Dibujos de Olven (enlace⇒), Janet Skiles, y Corgidoodle (enlace⇒)
  2. Tabla cuneiforme de la Leyenda de Etana donde aparece la fábula de la serpiente y el águila,
    British Museum K. 19530 (enlace 01⇒) (enlace 02⇒)
  3. Busto de Esopo, grabado de 1885 (enlace⇒)
  4. La Cigarra y la Hormiga, ilustración de Milo Winter (1919) (enlace⇒)
  5. Ilustración de Renart le nouvel, de finales del siglo XIII (enlace⇒)
  6. Renart el Zorro, dibujo de Ernest Griset (1869) (enlace⇒)
  7. Renart el Zorro, ilustración en un manuscrito del siglo XV – XVI, British Library, Royal 10 E IV f. 49v (enlace⇒)

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